agosto 4, 2025
TRUMP

Mientras el himno de los Village People, YMCA, sonaba en el salón de baile, el príncipe heredero Mohammed bin Salman se acercó al escenario donde Donald Trump acababa de pronunciar un discurso repleto de alardes sobre su presidencia y superlativos que describían al “increíble” rey saudí.

Con enormes banderas saudíes y estadounidenses a sus espaldas, un radiante príncipe Mohammed estrechó la mano del presidente estadounidense, mientras Trump agarraba el hombro del heredero. “Me gusta mucho”, dijo Trump. “Me gusta demasiado”.

Fue un abrazo que personificó el tenor del viaje de Trump al Golfo, una zona rica en petróleo, con paradas en Arabia Saudí y en Qatar y Emiratos Árabes Unidos, aún más ricos: fue una fiesta de cuatro días llena de ceremonias opulentas, halagos descarados y, sobre todo, un exceso de acuerdos alimentados por petrodólares que el presidente transaccional tanto aprecia.

“¿Estamos haciendo un buen trabajo hasta ahora por Estados Unidos?”. dijo Trump mientras caminaba por el centro de conferencias. “Sólo están poniendo un billón de dólares”.

Como suele ocurrir con Trump, parecía haber mucha hipérbole, lo que hacía difícil separar los hechos de la ficción. La Casa Blanca dijo que se habían logrado acuerdos por valor de US$ 600.000 millones, incluido un acuerdo de armas por valor de US$ 142.000 millones, así como inversiones en inteligencia artificial y energía.

Con algo menos de US$ 300.000 millones, los acuerdos enumerados ascendieron a la mitad de esa cifra, aunque el príncipe Mohammed afirmó que el plan para los próximos meses era aumentarla a US$ 1 billón.

El presidente estadounidense no había ocultado que los acuerdos económicos serían el centro de la visita tras elegir el Golfo autocrático -en lugar de los aliados occidentales de Estados Unidos- para la primera gira exterior de su segundo mandato, sabiendo que no se hablaría de aranceles ni de guerras comerciales, ni se cuestionaría públicamente su visión del mundo.

Los tres Estados del Golfo gestionan más de US$ 3.000 millones en fondos soberanos y son socios tradicionales de Estados Unidos, que históricamente han buscado la seguridad en Washington y son grandes compradores de armamento estadounidense.

Cada uno de ellos tiene líderes ambiciosos que quieren proyectar a sus Estados en la escena mundial, al tiempo que persiguen elevados objetivos de desarrollo nacional que incluyen invertir decenas de miles de millones de dólares en tecnología estadounidense, en particular en inteligencia artificial, para desarrollar nuevas industrias y reducir su dependencia de los combustibles fósiles.

Frustrados por los vaivenes de las políticas estadounidenses, hace tiempo que quieren un mayor compromiso de Washington en materia de comercio y seguridad, y han cortejado activamente a Trump desde su primer mandato, adoptando su estilo transaccional aunque desconfían de su imprevisibilidad.

Pero el viaje también se produjo en un contexto de aparentes negocios de la familia Trump que levantaron ampollas en casa. Antes del viaje de este mes, la Organización Trump, dirigida por Eric, el hijo del presidente, inauguró un hotel en Dubai y cerró un acuerdo inmobiliario con una empresa estatal qatarí.

Durante semanas, los equipos de EEUU y de los países del Golfo discutieron los detalles de los acuerdos que podrían firmarse, asegurándose de que el tono de la visita estuviera establecido en el momento en que el Air Force One -escoltado por seis aviones de combate saudíes- aterrizara en Riad el martes por la mañana.

El príncipe Mohammed rompió el protocolo saudí para recibir a Trump en el aeropuerto y acompañarle por una alfombra de color lavanda rodeado de una guardia de honor. Fue un marcado contraste con la fría bienvenida que recibió el presidente Joe Biden, que intercambió un incómodo choque de puños con el príncipe Mohammed en su visita en 2022.

El miércoles, Trump recibió otra regia bienvenida en Doha por parte del jeque Tamim bin Hamad al-Thani, emir de Qatar: más escoltas y más guardias de honor.

Trump se deleitó con la pompa real y la riqueza ostentosa, maravillándose ante el mármol “perfecto” de un palacio y los camellos montados por los miembros de la guardia real.

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